El derecho a sustituirnos
Por Alejandro Di Palma (*)
A partir de los dichos mendaces del actual presidente de la Cámara Argentina de la Industria de Cacinados y Afines (Caicha), publicados el 12 de julio en el portal TN.com.ar, se ha abierto otra grieta en el país; una grieta que, esta vez termina de romper definitivamente la cadena de valor del sector porcino.
En esa editorial, el presidente de Caicha, entiendo que en términos “institucionales”, asegura descarada e irresponsablemente que, en el transcurso de 20 días, la carne porcina aumentó un 40%, declaraciones que resultan una flagrante “operación mediática” con un tinte de “cuasi denuncia”, la que persigue exclusivamente, la justificación del incremento de las manufacturas que utilizan esta materia prima a partir de un cambio en la regulación de las licencias automáticas de las importaciones, una medida acertada del Gobierno.
Según el índice que publica la mismo Caicha (Índice Capón Caicha) hay que remontarse al 22 de septiembre del 2021 para encontrar un precio tal que, el actual precio del capón en pie, resulte presentar un incremento del 40%. De manera que queda expuesto el cinismo de semejantes declaraciones que, reiterando conceptos, persigue justificar un festival de importaciones gravoso para el conjunto de los que producimos cerdo en este país, los productores primarios.
Estas curiosas afirmaciones del hijo de Lita de Lázzari se inscriben en un escenario donde las importaciones de carnes porcinas alcanzaron valores sin antecedentes históricos y representan la reacción natural del efecto primitivo de subsidiar la sustitución de producción y trabajo nacional, una acción cuya reacción, es la desaparición de pequeños y medianos productores nacionales, esos que representan más del 90% de las granjas productoras del país.
Todo indica que Gustavo Lázzari, fiel a las recomendaciones de su señora madre (Lita, con la que crecimos los que “peinamos canas”), “camine señora… camine”, en alusión a la búsqueda de los mejores precios, llevó esta actitud ecónoma, a un estadio superior y es así como Lázzari junior, encontró los mejores precios, pero en otro país (Brasil), un beneficio que a pesar de destruir el trabajo argentino, viene en combo con el acceso a un tipo de cambio, tan conveniente, que reducía el valor de sus compras a la mitad ¿Cómo podría “Junior” despreciar los beneficios de un dólar híper subsidiado?
Finalmente, el inefable “Lacha” (como lo llaman los amigos a Gustavo Lázzari), pudo acceder al paraíso de los ecónomos de la mano de un gobierno “distraído”, precios de “reviente” disociados de los costos, vía libre para importar y tipo de cambio subsidiado… un combo imposible de evitar, tan tentador que hace que se activen todos los recursos intelectuales en la búsqueda frenética de “sostenes morales”, esos que justifiquen el magnicidio de productores porcinos que se obtiene como resultante.
Los reclamos de las bases, los verdaderos productores porcinos, en relación a este festival de importaciones, fueron invisibilizados inclusive por algunas de las instituciones que, aun pretendiendo representarnos gremialmente, negaban o minimizaban el daño al sector, idéntica actitud que la asumida por este gobierno nacional y de los gobiernos subnacionales que “miraban para el costado” mientras era llevado adelante el “festival de importaciones cárnicas”, la vil y absurda sustitución de la producción nacional por manufacturas extranjeras, una materia prima que, por su precio, sostenía la fantasía de una renta descomunal en el negocio del fiambre y de los importadores.
Denunciamos sistemática y formalmente la maniobra de importar carnes congeladas a precios viles que luego de ser descongeladas eran vendidas como carnes frescas y argentinas. Ese ejercicio de prestidigitación que explica la extinción de productores argentinos, venía en combo con millonarias rentas para los ganadores del modelo importador, entre los cuales podemos citar a la industria de los chacinados.
Una industria que sigue sosteniendo como muletilla y a modo de explicación que “hay que importar porque la producción local no alcanza”, una sentencia que se sostiene desde hace 20 años y a pesar de que la producción primaria porcina creció 6,7 veces en ese lapso, sigue siendo una coartada verosímil para burócratas cada vez menos preparados para gerenciar la producción argentina.
Particularmente el sector porcino fue impactado por el ensayo de una política monetaria que sostiene un dólar subsidiado, en conjunción con una permeabilidad en la administración de las importaciones, que fue celebrada por el presidente de Caicha y ahora añorada, luego de la disposición 8/2022 del Ministerio de Desarrollo Productivo que define las licencias como no automáticas en el caso que nos ocupa.
Es casualmente en el fundamento del comercio exterior, donde el daño propinado a nuestro sector productor primario resulta injustificado, siendo el mismo, el de estimular la economía del país, fomentar el empleo, aumentar la oferta de bienes y la producción nacional; vemos que, al contrario de estos fundamentos, la sustitución de nuestra producción nacional por una foránea, destruye empleo y producción.
El problema que resuelve el comercio exterior, a saber dónde colocar los excedentes de producción y dónde abastecerse de insumos no producidos en el país, es flagrantemente vulnerada por la propuesta de Lázzari, que pretende seguir adelante abasteciéndose de productos importados, aun siendo que los mismos pueden ser producidos localmente y de la misma manera. Su torpe pretensión, resuelve el problema de la colocación de los excedentes de producción, pero de otro país que no es Argentina.
Un activo estratégico
Vemos que, en definitiva, una de las problemáticas de nuestro sector productor primario, es la resultante de la falta de regulaciones serias, una omisión dolosa que vemos que resulta funcional para algunos eslabones de la cadena de valor porcina, algunos de los cuales son representados por Caicha.
Fue la liberación salvaje de las barreras sanitarias la que posibilitó la importación a mansalva de carnes de cerdo desde lugares, que inclusive, presentan problemas sanitarios que implican un riesgo serio para, quizás el más preciado activo que nuestro sector posee, el estatus sanitario.
A fin de analizar este último tema, es decir, el cuidado del estatus sanitario que representa en sí mismo, el activo de altísimo valor estratégico con el que cuenta nuestro aís y transitivamente el sector productor porcino argentino, es que resulta indispensable evitar las importaciones que dolosamente se permitieron durante este último período y que justifican la gran crisis que el sector transita, pero fundamentalmente explican la desaparición de gran parte de los pequeños productores, que son más del 90% de las granjas de producción
Una pelea feroz
En definitiva, debemos reconocer que estamos ante una pugna distributiva, un concepto que alude a la disputa establecida por la distribución de la riqueza que se genera a través del proceso productivo, al que nuestro sector da comienzo.
En este enfrentamiento tan feroz, que no puede resolver la pretendida sociedad o interrelación entre eslabones, los subsectores de la cadena de valor, están luchando por la forma en la que se distribuye la renta total de la cadena. Es un proceso absolutamente común pero que nuestro sector, el sector productor primario porcino jamás ha podido interpretar.
Una vez definidos los costos de producción, en donde intervienen en un 70% commodities dolarizados, que sólo son suavizados por los derechos de exportación (retenciones), nuestra renta queda definida por el valor del capón en pie, una única variable cuya hermenéutica nadie alcanza a comprender. Cómo se forma y quién lo hace es parte de una ecuación que aceptamos sea resuelta misteriosamente por el mercado. Un mercado que, en algunos momentos, resuelve sustituirnos reduciendo nuestra renta, es el derecho a sustituirnos el que Lázzari reclama institucionalmente.
Del otro lado del mostrador, recién estamos interpretando cuáles son las reglas de este juego.
(*) Empresario. Ttitular de la firma Bioder SA.
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