Tratando de entender el campo natural

Por Augusto Francisco Arangui (*)

18/10/2023 | Ganadería

Habría que pensar, como primera cuestión, que los ecosistemas donde se hace ganadería en la región, son extremadamente complejos y variables, con lo cual cada campo es un mundo, que deberíamos hacer el esfuerzo de interpretar, para ponderar con números, su valía actual y sobre todo el potencial que tiene.

Hay que ponerle números a la actividad productiva, pero, en sistemas de complejas relaciones que no se pueden soslayar, a la hora de promover sistemas sustentables ambientalmente, relaciones que mejoren la calidad de vida de las familias del campo y promuevan el desarrollo rural, comenzando con lo que tenemos, los ecosistemas de la región, que, bien gestionados, aseguren la vida del hombre y los propios ecosistemas, en la zona.

Por ejemplo: si relacionamos cuánta energía entra en un campo de monte dedicado a la ganadería vemos que los números andan en 2 gramos-caloría por cm2 por minuto (EP Odum, Ed. Interamericana 1985). Este número alto de energía que llega del sol, difiere con la latitud y altitud, pero es acertado para bosques y sabanas templadas y subtropicales del mundo.

En nuestro campo, estancia, o establecimiento, ¿qué hacemos con esa energía?

En realidad los seres humanos, no podemos modificar esa constante, pero sí podemos manejar otros números.

Si conocemos que a través de la fotosíntesis que hacen las plantas, esa energía se transforma en materia verde (biomasa), o sea, hojas de esas especies, podemos inferir que las posibilidades de intervención, por parte del hombre de campo, son ciertas y concretas.

Pero volviendo a los números, si vamos a criar vacas, por ejemplo, lo lógico es saber de antemano, cuánto come cada vaca en un día, o en un año; de esa forma sabremos la demanda de materia verde producida por las forrajeras.

¿Sabemos cuánto come una vaca por día? Pues sí, hay muchos trabajos de investigación que han comprobado ese número, y  para llevarlo a un año, lógicamente se multiplica por 365 días.

Ahora, ¿tenemos en claro si nuestro ecosistema está transformando energía para satisfacer esa demanda?

Bueno allí también hay que hacer números, una cifra que nos hable, ya no sólo de cantidad de materia verde producida, sino, cuántas especies forrajeras hay haciendo fotosíntesis en el campo, qué área foliar es la conveniente para transformar la energía que llega al sistema, si hay actividad microbiana en el suelo, que acelere los circuitos de minerales y los disponga para las raíces de las forrajeras, y otras preguntas que se debe hacer el ganadero, reitero, en una complejidad, muy marcada por las estaciones, el clima, la historia de uso de estos campos, en fin, variables muchas, a las que también se les puede dimensionar con números.

Muchos campos de la zona mantienen el pastizal extremadamente corto, por carga animal excesiva, con pastoreo continuo, de tal forma que el área foliar (tamaño de las hojas) de las forrajeras se reduce a su mínima expresión, y la posibilidad/capacidad de transformar la energía en materia verde se dificulta al máximo.

Si hablamos del pastizal, hablamos de una comunidad, que está compuesta a la vez por poblaciones que se conforman de individuos.

Los individuos de diferentes poblaciones no son iguales, ni siquiera parecidos, si no, comparemos un individuo de una población de insectos que viven en el pastizal de un campo, con un pasto o con un ave. Pero, que no sean parecidos no significa que no interactúen e inclusive,  integren cadenas tróficas donde unos son comidos por otros, por ejemplo; no sabemos si una molécula que integra una proteína de la carne que producimos, pasó alguna vez, por un insecto, una iguana, un pasto o una lombriz, por lo tanto es difícil entender cuántos actores intervienen en la producción de carne, de tal forma que acercarnos a producir en sistemas naturales que respeten todos los integrantes del ecosistema, es acercarnos a lo que la naturaleza ha moldeado por años.

Pero volviendo a las forrajeras y su comunidad, no todas soportan un pastoreo continuo, y por lo tanto, desaparecen poblaciones enteras de especies muy perseguidas por el ganado y quedan dominando el tapiz vegetal, sólo algunas, a ese número hay que conocerlo, saber si son cinco o seis o cuántas. Pero si queremos agregar complejidades, por ejemplo un aspecto que se da, es que hay poblaciones que prefieren la sombra de los montes y otras el sol directo, hay algunas que viven mejor en zonas donde no queda el agua de lluvia, y otras que viven el lagunitas o pequeñas depresiones. A esto también deberemos cuantificarlo, entre otros aspectos.

Por otra parte, digamos también que las forrajeras desaparecen por competencia específica y extra-específica, o sea dejan de prosperar y se secan por competir por el agua, la luz, y los nutrientes.

No todas pueden mantener una tasa fotosintética con pocas hojas, porque el herbívoro las consume permanentemente, entonces el número de individuos se reduce al mínimo, de manera que se pierden actores en las cadenas de producción, baja la transformación de energía y baja la productividad secundaria del sistema que es la carne que se vende, al kilogramo en la carga de los terneros.

Si una vaca come el 3% de su peso, de materia seca, (pasto sin el agua), por día (dato aceptado por varios estudiosos del tema), es muy fácil calcular el número final por año por vaca.

¿Nuestro campo, produce esa cantidad y calidad de forraje? Y si la respuesta es no, preguntarse por qué, ya nos acerca a una revisión de lo que le pasa al ecosistema.

La incógnita: ¿Podremos producir esa materia verde a través de la fotosíntesis del pastizal, en el estado que está hoy? ¿Es factible aumentar el número de individuos de las poblaciones de pastos y a su vez mejorar la interacciones y cadenas internas de la comunidad pastizal, optimizando los circuitos de energía y materia?

Debemos entender que para producir carne necesariamente se requiere producir un pastizal sano y sustentable, que dé estabilidad al ganadero, que genere que las familias se queden en el campo y mantengan su cultura, su forma de ser y su desafío de sostener recursos naturales como el suelo, el pastizal, el agua limpia y una producción de alimentos de calidad certificada y sostenida en el tiempo.

 

(*) Profesional de Ñú Porá

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