La Constitución Nacional, un arma ciudadana que aterra a la Vicepresidente
Por Campo + Ciudad
En su discurso en la Universidad Nacional del Chaco Austral, Cristina Fernández deslizó, con esa sorna tan impropia de su investidura, a la que estamos tristemente acostumbrados, que “había mucha gente el otro día repartiendo la Constitución. Sería bueno que además de repartirla la leyeran”.
Por supuesto, se refería a quienes el sábado 23 de abril repartimos 10.000 ejemplares de la Constitución Nacional en la Plaza de Mayo.
No nos ofendemos, señora Vicepresidente. Sabemos que fue tan sólo una bravuconada destinada a lograr el aplauso de su claque, algo que una narcisista como usted no puede resistir.
Pero usted sabe bien que la leímos, señora. La leímos con mucho más detenimiento del que le conviene a la aspirante a dictadora bananera que usted es.
La leímos, y la deja mal parada de punta a punta. A usted y a quien eligió como compañero de fórmula.
Porque la leímos, sabemos que muchas de las medidas tomadas por su gobierno durante 2020 constituyen una violación de los derechos y garantías de los ciudadanos.
Porque la leímos, sabemos que la propiedad es inviolable, y que las tomas de tierras que representantes de su espacio e incluso funcionarios de su gobierno avalan constituyen, sin ninguna duda, un delito.
Porque la leímos, comprendemos que la reforma del Consejo de la Magistratura que usted y su espacio promovieron en 2006 sólo logró romper, a su favor, el equilibrio que la Constitución le exige.
Porque la leímos, sabemos que los delitos graves contra el Estado que conlleven enriquecimiento se consideran atentados contra el sistema democrático. El tipo de actos que sujetan a quien los comete a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria. Le recomendamos prestar especial atención a esa parte.
Leímos la Constitución, señora Vicepresidente. La leímos, la pusimos en las manos de 10.000 personas, y lo haremos muchas veces más, hasta que cada argentino tenga una y sepa usarla como un arma contra los políticos abusadores.
Por eso usted nos detesta y nos teme. Porque sabe que somos plenamente conscientes de que tenemos derecho a exigir su cumplimiento, y a resistir cualquier intento de anularla.
Su discurso la pinta de cuerpo entero: una tirana devaluada, que vuelca su odio y resentimiento contra ciudadanos comunes que esgrimen, en lugar de los palos y las piedras que tanto gustan a sus seguidores, la Ley Suprema de nuestra patria. Esa que fue redactada para ponerle límites a las personas como usted.
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