¿Podemos soñar un futuro?
Por Mariana S. Martínez (*)
Tenemos tablas rotas en lugar de puentes, tenemos ríos en lugar de caminos, en lugar de justicia tenemos complicidad con los corruptos, y ahora tampoco tenemos gasoil.
El que la ruralidad no tenga puentes ni caminos no parece ser un problema, hasta que, por ejemplo, la leche no pueda salir del tambo y vos tengás que pagar el triple por un yogur.
Que los corruptos sean embajadores, intendentes o vicepresidentes, que los fiscales que investigan corrupción sean destituidos o “suicidados”, parece no afectarnos. La corrupción, sin embargo, es la que hace que más de 20 millones de argentinos seamos pobres, hace que por más que trabajés muchísimo, apenas logres subsistir.
La falta de gasoil puede parecer un problema del productor que no puede hacer andar sus máquinas, o del camionero que espera horas en la ruta para cargar combustible. Me pregunto si lográs darte cuenta de lo poquito que falta para que no tengás a dónde ir a comprar lo que te haga falta.
Si el campo no produce, si las materias primas y los productos terminados no se trasladan, el problema será de todos.
Seguramente seremos los pueblos del interior los que primero suframos la escasez, pero pronto ya no sólo será cuestión de tener esos papelitos de colores que no valen nada, vamos a volver a ver las góndolas vacías y las peleas por un paquete de azúcar. Los que tenemos canas y memoria sabemos lo horrible que puede ser.
Claro que no me olvido de los iraníes del avión, ni del negocio de las vacunas, ni del desastre de la educación, ni de cómo dejan morir a los viejos por la desatención del PAMI y de cómo les roban su jubilación, tampoco de la inseguridad que nos asola. Podría seguir, sobran los ejemplos.
Santiago Kovadloff, días atrás, decía que para reaccionar sólo necesitamos darnos cuenta del asco que provoca toda esta situación.
¿A vos no te da asco como a mí? ¡Yo sé que sí! Entonces hay que hacer algo para encontrar el mejor camino. Hay que pensar juntos qué podemos hacer y para eso hay que participar.
Las instituciones son imperfectas, y para hacerlas mejores cada uno de nosotros debe hacer su aporte ciudadano. Creo que ya no es una elección, es una obligación.
No quiero que mi hija y mis sobrinos deban irse del país porque acá no podemos ni soñar un futuro.
(*) Contadora, productora agropecuaria, integrante de la Comisión de Impuestos y Legislación de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) y coordinadora de la Comisión de Mujeres de CRA.
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