Un análisis sobre políticas productivas
Por Alejandro Di Palma (*)
Resulta absolutamente indiscutible que las trayectorias económicas y sociales de largo plazo de los países desarrollados han descansado en buena medida de las políticas productivas que “la inteligencia del Estado” (la política) adoptó. Puede decirse, entonces, que las políticas productivas son un componente básico y esencial de las estrategias nacionales de desarrollo.
Nos proponemos un análisis simple de las aristas más importantes de las políticas productivas, las que incluyen un conjunto amplio y heterogéneo de herramientas e instrumentos de intervención pública, incluyendo el financiamiento blando y de largo plazo para la inversión empresarial, el otorgamiento de diversos incentivos fiscales, la promoción de las exportaciones, la administración las importaciones con aranceles y herramientas para-arancelarias, la inversión pública en ciencia y tecnología, la formación de recursos humanos “críticos” en sectores que buscan ser promovidos, la asistencia técnica a las empresas, entre muchas otras.
En el presente trabajo sólo abordaremos algunas de estas dimensiones.
La distribución de la renta en una cadena de valor
La formación de precios debe dejar de responder a una hermenéutica misteriosa para pasar a resultar ser el costo de producción más una renta razonable. El mercado como administrador de esa distribución de la renta es, curiosamente, aceptado voluntariamente persiguiendo la quimera de una renta súper abultada, una ambición que nunca se alcanza ya que el precio de mercado ofrece valores absolutamente discrecionales, los cuales, muchas veces (generalmente) responden a los stocks y no a los verdaderos costos de producción, durante todo el período de tiempo en el cual los precios son inferiores al costo de producción, el productor pierde dinero y ese quebranto es sostenido con la erosión de su capital de trabajo (proceso de descapitalización) o bien a través del sistema financiero (endeudándose). Como sea, un simple análisis de este escenario con este tiempo de quebrantos prolongándose, tiene como única resultante la subsistencia exclusiva de los grandes productores (grandes capitales) y “limpia” el negocio a los pequeños y medianos agentes productivos, tendiendo de esta forma al monopolio u oligopolio.
El propio capitalismo y la competencia de mercado supone u orienta hacia la eliminación del competidor, luego la reducción y/o la absorción de ese competidor, resulta lógica, deviene entonces un escenario caracterizado por una competencia oligopólica como paradigma de mercado. La conclusión inmediata es que “el monopolio es la versión más evolucionada del capitalismo”. Resulta evidentemente necesario evitar esta tendencia, administrando la renta dentro de las cadenas de valor de forma tal de sostener la participación de los pequeños y medianos agentes productivos.
Con un Estado liberando a manos del “mercado” a las cadenas de valor, se favorece la concentración, es decir la concentración es la evolución natural de la producción. Luego de desatado este fenómeno natural, el monopolio u oligopolio es el que define los precios y el mercado, con los beneficios que propone la teoría de la “mano invisible” (Adam Smith), desaparecen junto con la competencia, estamos evidentemente frente a una situación imperfecta que amerita la existencia de un Estado tutor, es decir deviene imprescindible la definición de “políticas productivas”.
Renta financiera versus renta productiva
A fin de analizar este aspecto básico de la problemática productiva, Thomas Piketty presenta una desigualdad fundamental que se expresa como r>g, donde “r” significa la tasa de rendimiento del capital (lo que en promedio produce el capital a lo largo de un año en forma de beneficios, dividendos, intereses, rentas y demás ingresos de capital como porcentaje de su valor) y donde “g” indica la tasa de crecimiento, el incremento anual del ingreso y la producción.
Cuando la tasa de rendimiento de capital supera significativamente la tasa de crecimiento (como ha sucedido casi siempre), esto indica que la riqueza originada en el pasado se recapitalizará más rápido que el ritmo de crecimiento de la producción. Basta que los herederos ahorren una parte limitada de los ingresos de su capital para que este último aumente más rápido que la economía en su conjunto.
En estas condiciones es casi inevitable que los patrimonios heredados dominen por mucho a los patrimonios construidos a lo largo de una vida de trabajo y que la concentración de capital alcance niveles muy elevados y potencialmente incompatibles con los valores meritocráticos y los principios de justicia social que son el cimiento de nuestras sociedades democráticas.
El proceso de acumulación y de distribución de la riqueza contiene en sí mismo poderío, son fuerzas que empujan hacia la divergencia o por lo menos hacia un nivel de desigualdad sumamente elevado.
Debemos comprender que empresas más grandes quiere decir de capital intensivo, es en este punto donde también podemos hacer una reflexión considerando los conceptos anteriores: estamos en un mundo donde el capital productivo compite directamente con el capital financiero, esto quiere decir que la renta que surge de la producción y el trabajo, es comparada con la renta financiera.
La tendencia financiera moderna es, a pesar de lo disfuncional que puede resultar para la mayoría de los países soberanos, su convergencia hacia un “único mercado”, un mercado global, que permita que: 1- el agente financiero se concentre en ese único mercado, y 2- que el agente financiero pueda comprar o vender rápidamente una posición, esto anterior requiere de una liberación en el flujo de los capitales, lo que es también un curioso postulado.
Luego, las inversiones financieras tienen, por sobre las inversiones productivas, muchísimas ventajas, la velocidad con la que se puede desarmar una “posición financiera” en un mercado global es una de las más importantes, lo anterior como contraste sobre las inversiones productivas, resulta en que es importante advertir que en el caso de una inversión de este tipo, el capital es enterrado en un determinado lugar dificultando o imposibilitando el desarme de la inversión. Asimismo la inversión productiva tiene implícitos varios otros problemas, por ejemplo, una fuerza laboral que implica un importantísimo pasivo, una interrelación social que implica una aceptación del evento productivo no sólo en un inicio sino un sostenimiento de esa licencia social mientras dure la inversión, entre otras.
También es cierto que en general la inversión financiera, cuya renta es en definitiva de un altísimo tenor especulativo, suele estar asociada a un objeto que en general es una, o un conjunto, de hitos productivos cuyas rentas son el objeto principal de toda la especulación sobre su valor actual y futuro, aun así analizando la valoración de este activo financiero que usualmente se fracciona, para que la participación resulte más accesible, dando lugar a las acciones, vemos que inmediatamente la especulación desatada no tiene ninguna (o una muy pobre) vinculación con el evento productivo propiamente dicho y su renta.
Estas diferencias apreciables entre inversiones productivas y financieras, ponen a sus rentas en una competencia que generalmente se resuelve con facilidad hacia el dominio financiero, a pesar de que el mundo real, necesita de las inversiones productivas para sostener las sociedades como las conocemos en la actualidad.
Es por este motivo que los Estados deben resolver la compleja ecuación que significa la producción y el capital que decide ese camino. Desentenderse de esa problemática lleva a la ruina social, la falta de trabajo y de producción, son elementos que por sí mismos tienen un peso específico tal, que resuelve la situación socioeconómica, por tanto, estas “políticas productivas”, son centrales y no deben ser desestimadas dentro de un plan político general.
Importancia de la tasa de referencia
Considerando que la obtención de una renta es el objeto primario de un evento productivo, es que debemos hacer una reflexión sobre las tasas de referencia. Estas tasas significan sintéticamente el costo del dinero, por ende “tasas bajas tienden a generar lo que se denominan burbujas”, con bajas tasas de referencia, tomar dinero cuesta muy poco y esto genera que muchas actividades productivas inviables, se vuelvan rentables, o que una actividad con renta moderada resulte, con esta simple alteración, altamente rentable. Esta reflexión anterior, introduce el concepto de “burbuja”, un entorno heterogéneo respecto del resto de la economía, donde se generaron condiciones tales que permiten que ese sector evolucione rápidamente o ascienda por sobre el resto de la economía.
Reiterando conceptos, en el sentido de las tasas de referencia hay que tener muy en clara esta implicancia que estamos planteando (tasas bajas generan actividad económica), para que luego, a partir de alguna definición de una política de otra cartera, no se vea afectada esta lógica que explica mayor trabajo y producción, un ejemplo de esto es la política anti inflacionaria, donde se postula la suba de tasas de referencia y se pretende que esa acción no tenga una reacción negativa.
Sintetizando, las burbujas son creadas y pinchadas por los Bancos Centrales, y es aquí donde aparece la necesidad de una visión productiva a pesar de que, desde la ortodoxia más rancia, se tilde como un gesto populista la línea definida por ser muy agresivos a la hora de inyectar incentivos y ser demasiado lentos para retirarlos.
Política crediticia
Sobre el capital que se involucra en la producción, debemos decir que considerando la franca ventaja de la “renta financiera” por sobre la “renta productiva”, la tendencia a resolver la ecuación del capital inicial por parte del Estado a partir de créditos a tasas negativas, no es algo nuevo, y sólo se menciona en esta nota para que el lector interprete el fundamento de este tipo de acciones, la que en estos últimos tiempos suele ser vilipendiada por una lógica de desinformación organizada.
Reiterando el concepto, es razonable que el Estado asista con créditos, a tasa negativa, gran parte del capital de la inversión, a la empresa interesada en llevar adelante la aventura productiva sobre determinados vectores a desarrollar, ya que esta acción ayuda a suavizar los posteriores resultados negativos de este tipo de proyectos por sobre los que obtendría en caso de direccionar el mismo capital, en una aplicación financiera.
Vemos que este camino anterior es, en definitiva, opuesto al antiguo intento de oxidar el capital que decida ser aplicado al negocio financiero, vemos que eso simplemente es imposible y por tanto es imperativa la definición de políticas productivas que incluyan aportes de capital de parte del Estado para ser orientados a fines productivos.
Sobre este tema también hay que señalar un error muy común en los formatos con los que se asiste crediticiamente a la producción, y es que se da por imposible la gestión directa de los órganos estatales dedicados a la producción, es decir el Estado se desinteresa de toda gestión más allá de definir una línea de crédito y esto en definitiva termina resultando en que esa línea de crédito sirve sólo para ayudar a los bancos a conseguir empresas como clientes, es decir que la gestión de desarrollo termina en manos de un gerente de sucursal de un banco y por ende cualquier intención de direccionar o de definir otros criterios, como por ejemplo podría ser el orientar geográficamente el esfuerzo financiero, termina siendo resuelta en forma absolutamente descontrolada.
Corolario
Hemos demostrado a través de este trabajo, la necesidad de la participación del Estado en la definición de políticas productivas, las cuales tienen que ser diseñadas y evaluadas desde distintas aristas a fin de obtener resultados que promuevan como objetivo último el desarrollo.
Resulta relevante en los términos de este análisis superficial, abrir una crítica a la actual situación, estamos ante un gobierno que pretende invisibilizar la pérdida de puestos de trabajo que explica la destrucción de pymes durante la pandemia, de la mano del cuentapropismo que propone Rappi, Globo y Pedidos Ya con sus 35.000 puestos de trabajo basura, una precarización que espera a los chicos en el mismo momento en el que dejan la escuela. Un ejército de motoqueros de la era digital que esperan en la puerta de la pizzería.
Mientras esto pasa, desde el Ministerio de Producción se limitaron a repartir los beneficios entre pocas empresas (círculo rojo), la necesaria administración quirúrgica de los dólares subsidiados que implica confrontar intereses poderosos, se evitó, el aumento del barril criollo que salvo a las empresas de la bancarrota en abril de 2020 y hoy, unos meses después con un petróleo de 120 dejaron al país sin gasoil.
El gobierno perdió el tiempo peleando por una ley de promoción de hidrocarburos que prometía ganancias sin límites para los cuatro vivos y eternizar el traslado de la renta nacional al sector energético, el viejo sueño de Aranguren llevado adelante por quienes lo defenestraron hasta su renuncia.
Luego llegó la crisis. ¿Una crisis de crecimiento?
(*) Empresario paranaense
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