Cristina Borré, la frutilla de la Bolsa
Así se autodefinió, a manera de metáfora, la histórica secretaria de la entidad cerealista entrerriana que, tras muchos años de labor, se jubiló y ahora se aleja de su segundo hogar. Resiliencia, discreción y amor por el trabajo fueron las claves para permanecer en un lugar clave en cualquier institución. Danilo Lima
Cristina Borré, la histórica secretaria del Consejo Directivo de la Bolsa de Cereales de Entre Ríos, acaba de jubilarse, y, de esa manera, se retira de una institución que fue, durante muchos años, su segundo hogar y en la que trabajó con responsabilidad, con pasión.
Durante una entrevista con el programa CÓDIGO CAMPO, que se emite los sábados, de 8 a 9, por Radio Costa Paraná (88.1), Borré contó que se iba de la Bolsa “muy contenta, muy agradecida” con todos, y con la satisfacción de “haber hecho lo que sabía hacer”.
“A mis casi 70 años puedo decir misión cumplida”, remarcó Borré, y reconoció que fue “un gran placer haber trabajado con tanta gente, con tantos compañeros, con (el ex gerente) Miguel Pacheco y con (el actual gerente) Héctor ‘Cachito’ Martínez. Me voy sintiendo el respeto de todos”.
– ¿Ya estás jubilada?
– Sí, mi jubilación salió en septiembre, pero seguiré en la Bolsa hasta mediados de diciembre acompañando a mi sucesora, Dana Olivera Taleb, entregando toda la documentación vinculada con la Secretaría del Consejo Directivo de la institución.
– ¿Cuándo y cómo llegaste a la Bolsa?
– Tuve la suerte de palpitar la fundación de la Bolsa de Cereales de Entre Ríos, aquel 16 de noviembre de 1979, porque mis trabajos siempre tuvieron que ver con los sectores de la producción. Yo me inicio laboralmente en una empresa de acopio de cereales, en Diamante, cuyo gerente, en el momento de la fundación de la Bolsa, era el vicepresidente de la Cámara Arbitral de Cereales de Entre Ríos. Por eso digo que vi nacer a la Bolsa, porque era inevitable escuchar todas las conversaciones que entonces se mantenían con el objetivo de crear la Bolsa.
En 1988, por razones personales, me vengo de Diamante a Paraná, y a los seis meses fui convocada por Armando Bernabé Gallo, el gerente de la Cámara, quien me ofreció un lugar de trabajo allí. Luego de algunos años, en 1996, ya quedo afectada a la Secretaría de la Bolsa, y, a su vez, continué llevando la parte de registros de la Cámara.
– ¿Cuál fue el secreto para permanecer tantos años en un lugar clave de una institución en la que sus integrantes suelen tener intereses contrapuestos?
– No hay una receta.
Creo, primero, que la secretaría de cualquier institución es como un cajón de frutillas: las más chiquitas, las que estamos abajo, sostenemos al resto, a las que están arriba, para que brillen y se luzcan.
Segundo: el vocablo secretaria significa ser portadora de secretos.
Y tercero: tenemos que amar lo que hacemos, amar el trabajo del que vivimos y que no sólo sea un trabajo para cobrar un sueldo.
También hay que saber adaptarse a los cambios de los directivos.
El secreto, creo, es ser resiliente, discreto, y no cruzar información. Las secretarías son como la cocina de las instituciones, entonces si se tiene una información valiosa debe ser usada en beneficio de la institución y no en beneficio personal.
Yo, por sobre todas cosas, siempre, quise a la Bolsa de Cereales de Entre Ríos y mi rol, siempre, fue que de la puerta para afuera la institución pudiera lucirse.
– Viste pasar a muchos, a todos. ¿Cuál fue el mejor presidente de la Bolsa?
– Ah… es una pregunta bastante complicada de responder porque cada presidente tuvo su impronta.
Horacio Gaviola, el primero, que estuvo muchos años, fue una persona muy aguerrida, muy luchadora; Abel Sabotigh tuvo un perfil muy bajo, fue un componedor; Federico Solari, un hombre muy comprometido con la institución; Juan Borsotti, también muy responsable; después vino Néstor Luciani; y ahora tenemos el gran cambio, Diego Maier, que es un joven –menor que mi hija– y, la verdad, le está dando un giro muy interesante a la Bolsa.
En el medio, lo menciono al final, estuvo Oscar Montero, una persona que le dio vuelo y posicionó a la Bolsa.
Cuento una anécdota: un día llega Eduardo Gherardi, uno de los socios fundadores, uno de los históricos –junto con Daniel Rabey–, y encuentra sobre mi escritorio una gacetilla sobre la Bolsa de Comercio de Santa Fe donde se informaba que el Ejecutivo nacional equiparaba a esa entidad con el resto de las Bolsas.
Gherardi toma esa gacetilla y se pregunta “nosotros por qué no tenemos esto”. Y ahí comienzan las gestiones para conseguir la autorización del Ejecutivo para que la Bolsa de Cereales de Entre Ríos fuera equiparada con las otras, y contamos con el apoyo de todas las Bolsas, que fueron muy generosas con nosotros.
La gerente de la Bolsa de Córdoba, por ejemplo, me pasó siete metros de fax con toda la documentación que habían presentado para realizar el trámite, y ahí arrancamos las gestiones. Fue una tarea muy larga, y, después de muchas idas y vueltas, con Montero de presidente, conseguimos durante el gobierno de Néstor Kirchner, en 2003, la firma del decreto correspondiente.
Y quiero reconocer a todas las Bolsas que nos respaldaron, la de Santa Fe, la de Córdoba, la de Rosario, la de Buenos Aires, y, sobre todo, la de Bahía Blanca, que nos mandó a dos empleadas para organizar un área que recién comenzaba.
Oscar Montero fue un pilar muy importante en nuestra institución.
– ¿Qué vas a hacer ahora, ya retirada?
– Por lo pronto tomarme un año sabático. Cuando uno se retira casi a los 70 años creo la frase es “ya está, misión cumplida”.
Voy a viajar, que es lo que más me gusta, y, después, seguramente, alguna cosa voy a encontrar para hacer porque soy una mujer bastante inquieta.
– Y a disfrutar de la vida…
– Sí, a disfrutar, a disfrutar.
En la foto, Cristina Borré, flanqueda por el tesorero Eduardo Gherardi –unos de los fundadores– y el presidente Diego Maier, el día que la Bolsa de Cereales de Entre Ríos reconoció su extensa trayectoria.
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