El evangelio según Colombatto
Danilo Lima (*)
Durante el desarrollo del actual calendario de exposiciones rurales en Entre Ríos –desde La Paz hasta Colón, pasando por Villaguay, Federal, Gualeguaychú y Feliciano– hubo de parte de los dirigentes agropecuarios dos exhortaciones constantes, enfáticas, a los productores: participar y votar.
Es que, debe reconocerse, no son pocos los argentinos que demuestran una fuerte apatía para participar en la actividad gremial o política e, incluso, de concurrir a las urnas, a pesar de que en cada elección se elige, nada más y nada menos, a los hombres y las mujeres que van a administrar el Estado y sancionar sus leyes.
La apatía, más allá de que desde algún punto de vista puede ser entendible en una sociedad cansada de promesas incumplidas y de años y años de frustraciones, es extremadamente peligrosa para la vida democrática e institucional de un país.
En este marco, el presidente de la Federación de Asociaciones Rurales de Entre Ríos (Farer), José Ignacio Colombatto, aprovechó cada una de las tribunas desde las que habló para hacer un llamado a sus pares productores a “evangelizar”, pero no desde “el lamento, la queja o el papel de víctima” sino “desde la dignidad y la verdad”.
“Cada uno de nosotros tiene que ayudar a que la sociedad sepa y entienda qué es el campo y qué es lo que hacemos los productores”, arengó una y otra vez, porque “sólo así, cada uno desde su lugar, podremos vencer al relato falaz que intenta doblegarnos”.
Esta evangelización laica que propone Colombatto no es otra cosa que un llamado a los argentinos a no dejarse ganar por el desinterés y el escepticismo, y, a pesar de todas las dificultades de un país que parece haber perdido hace varias décadas el rumbo, seguir luchando por una sociedad mejor y una república que merezca ser vivida.
Para eso, claro, “habrá que meter las patas en el barro” y desde ahí demostrar que el gremialismo y la política son actividades que valen la pena y en las que las personas de bien –que somos la mayoría, aunque a veces nos cueste creerlo– tienen mucho para dar.
En el sector agropecuario, además, deben entender que, guste o no, las cosas se cambian desde la política, jamás fuera de la política. No hay otra manera en una sociedad democrática.
Deben entender, también, que la silla –o la banca– que uno no ocupa, la ocupa otro. Participar, en consecuencia, es el imperativo para los productores, como proponen Colombatto y el resto de los dirigentes agropecuarios, pero también para los comerciantes, los industriales, y, sobre todo, los trabajadores. La queja sola no vale. Y no vale porque se vuelve inacción.
Instar a los ciudadanos –del campo y de la ciudad– a meterse en el gremialismo y militar en política está bien, está muy bien, y es saludable, vital, para que una república no deje de serlo, porque de la apatía a la anomia hay un pequeño paso. Después viene el abismo.
(*) Conductor y editor de Código Campo.
Archivo relacionado: Descargar