Si el precio de la carne se mueve hacia arriba, ¿lo moverán a Domínguez desde arriba?
Superar el conflicto entre el Gobierno y el campo por las restricciones a las exportaciones de carne es el principal y urgente desafío del nuevo ministro de Agricultura. El valor en las góndolas del alimento preferido de los argentinos aparece como el límite del margen político con el que cuenta. Danilo Lima
Los principales referentes de la Comisión de Enlace de Entidades Agropecuarias estarán cara a cara, este martes, con el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez, por primera vez desde el regreso del bonaerense de Chacabuco a la cartera que ya ocupó entre 2009 y 2011. La decisión de restringir las exportaciones de carne, obviamente, será el tema central del encuentro, más allá de lo que declaren públicamente desde uno y otro lado de la mesa.
El cepo es, hoy por hoy, el problema que más preocupa a los productores agropecuarios, quienes no se cansan de advertir, de todas las formas posibles, las consecuencias negativas que la medida ocasionará en el mediano y largo plazo a la ganadería, la industria, los trabajadores de los frigoríficos, los consumidores y el propio fisco.
El precio de la carne en la Argentina, desde siempre, ha sido un precio político. Sus variaciones –hacia arriba– inciden en el humor social y, por lo tanto, en las políticas de los gobiernos. Las medidas que adoptan, la mayoría de las veces, atacan las consecuencias de ese fenómeno y no su origen.
La primera y más fácil política a lo largo de la historia, en especial durante las administraciones peronistas, siempre cargadas de cierta animadversión hacia los productores ganaderos, fue (y es) aumentar la oferta en el mercado doméstico poniendo trabas a las exportaciones.
Es lo que sucede desde que el presidente Alberto Fernández decidió –¿decidió o decidieron por él?– apelar al cepo para intentar detener la carrera alcista de los precios del alimento preferido por los argentinos.
En la Argentina, lamentablemente, todo está caro, sobre todo los productos de la canasta básica: la yerba, el azúcar, el aceite, los quesos, el pan, la leche… y la lista sigue. Todas las amas (y amos) de casa lo saben, pero el problema siempre es la carne. Está claro: es un precio político.
A propósito, una digresión: ¿no será que los salarios están muy baratos?
Pareciera, también, que los funcionarios tienen prohibido pensar en alguna idea más eficaz, como, por ejemplo, aumentar la producción de carne para que el mercado interno esté bien abastecido y la exportación no se resienta. Pero, por supuesto, eso lleva tiempo, años, y las elecciones legislativas están cerca, demasiado cerca. Hay que ser más expeditivos. Lo que suceda después no importa. Ya se verá.
¿Qué pasará?
Con este escenario de fondo, Domínguez, que en las últimas horas se reunió con Fernández y el jefe de Gabinete, Juan Manzur, recibirá a los referentes del campo.
“El Presidente de la Nación me encomendó trabajar para recuperar el diálogo como herramienta clave para el progreso y el cuidado de la seguridad alimentaria de los argentinos y de las argentinas”, dijo el ministro, según se señaló desde la cartera agropecuaria.
Para que el diálogo se reanude y se mantenga, sin embargo, el Gobierno deberá hacer alguna concesión en su hasta ahora intransigente política en materia de carnes. Algunos, en este sentido, arriesgan que Domínguez les prometerá a los dirigentes agropecuarios la apertura gradual de las exportaciones de la denominada “vaca china”, esa vaca vieja cuya carne es tan dura que los argentinos no la comen, pero significa un buen ingreso de dinero para los productores desde que China la importa.
Las bases, en cambio, exigen a sus dirigentes negociar la apertura total de las exportaciones, no parcial.
¿Habrá espacio para una posición intermedia que satisfaga a las partes en pugna y permita la continuidad del diálogo? Esta pregunta, por ahora, no tiene respuesta.
Hay, además, otra pregunta: ¿Cuál es el verdadero margen de maniobra política con el que cuenta Domínguez? Algunos –pocos– dicen que al ministro le guiñaron un ojo “desde arriba” (¿Cristina? ¿Máximo? ¿Los dos?) para negociar sin condicionamientos y llegar a un acuerdo.
Vaticinios
Los pronósticos de algunos especialistas del mercado de ganados y carne, sin embargo, no son halagüeños para el ministro: vaticinan un incremento de los precios. “Los feedlots están con una ocupación apenas por encima del 60% y los invernadores tradicionales, ante tanta incertidumbre, prefieren retener sus animales en los campos para agregarle algunos kilos”, argumentan; otros, son lapidarios: “Va a faltar hacienda y los precios en octubre y noviembre van a subir”. Sería lo peor para el ministro.
Si esto sucediera, aparecería un interrogante más: ¿Le volverán a guiñar un ojo “desde arriba” a Domínguez si los precios de la carne efectivamente se mueven hacia arriba? ¿O lo moverán a él?
Estas preguntas, por ahora, tampoco tienen respuestas.
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