La torpe tenacidad de nuestras políticas productivas
Por Alejando Di Palma (*)
Pocos recuerdan aquel decreto de junio de 1986 (22/86) que determinaba la intervención del Estado en el mercado de pollos.
El secretario de Comercio Interior de ese momento era Ricardo Mazzorín, quien resultaría ser el “faro” que iluminó el camino de sucesivos funcionarios públicos que ocuparon esa cartera. El argumento oficial de hace 35 años, era que el precio del pollo había crecido en forma desproporcionada y que el Estado, en pos de resguardar la continuidad del plan económico (Plan Austral), intervenía el mercado con subsidios a la importación. El final es conocido por todos.
Hoy, otra vez, para forzar la baja de precios de la producción local (carne porcina) se importa lo que se produce localmente, sustituyendo, de esta manera, no sólo “el producto” sino “la mano de obra” que lo produce.
El resultado es idéntico, mientras se dilapidan las divisas y se pierde mano de obra local, los precios nunca bajan, un modelo que explica la renta de un sector empresario que vive de la prebenda, siendo objeto de un doble subsidio al importador: bajos aranceles y dólar retrasado.
La actualidad
La lluvia de importaciones de carne porcina queda expuesta a partir de la colección de datos estadísticos que ofrece la Asociación Argentina de Productores Porcinos (AAPP) en su informe de coyuntura (N°90, año 8) y que sentencia que con los números de agosto de este año, ya se lleva importado un volumen de carne porcina superior al importado en todo el pasado 2020 (19.389 tn vs 19.159 tn).
La actual crisis por la que atraviesa nuestro país, que resulta de un desastre heredado del Gobierno anterior (que importó carne porcina en volumen similar al de ahora), más una actual gestión desastrosa, aunque cargada de pretextos consistentes, como por ejemplo la recesión derivada del aislamiento que resultó a partir de la pandemia, hace aún más gravosa la acción incomprensible e irresponsable, de permitir y hasta fomentar la importación de productos que reemplazan mano de obra nacional en esta coyuntura histórica.
Pero esta acción de estresar la producción nacional con importaciones, deviene más torpe ante la llegada de la segunda ola de contagios, es decir a partir de marzo de 2021, que agudizó la triple emergencia: la alimentaria, sociosanitaria y productiva provocada por la primera ola, aumentando simultáneamente el impacto multidimensional negativo en la salud y en las condiciones socioeconómicas de la población, y, sobre todo, de los grupos mayormente vulnerables. Las personas asistidas pasaron de menos de 500.000 a casi 2 millones en 2020 y mientras esto ocurre se distraen las escasas divisas para la compra de una producción que bien podría ser cubierta localmente.
Se trata, una vez más, de la conjunción de una falta de regulación y una actitud laxa de parte del gobierno de turno, de fuerte aroma neoliberal y que deja abierta la puerta a una multitud de discrecionalidades y arbitrariedades, apta para que la sensatez, resulte menoscabada y aun anulada por los lobbies y las presiones empresariales y/o políticas.
Análisis dimensional
A fin de cuantificar el daño, tenemos que señalar que el entonces secretario de Comercio Interior (Ricardo Mazzorín) mientras crecía exponencialmente la inflación y para intentar bajar los precios, decidió importar 38 mil toneladas de pollo de Hungría.
Mazzorín guardó los pollos en frigoríficos alquilados (maniobra altamente onerosa). Del total importado, aproximadamente un 20% no pudo ser vendido, y se puso en mal estado. Luego, descontando ese 20 % perdido de las 38.000 tn importadas, tenemos que el volumen de la intervención resultó en 30.400 tn de pollo. Ahora resulta interesante comparar el volumen de esa famosa intervención que forma parte ya de la historia económica de nuestro país, con las intervenciones que este Gobierno está permitiendo por acción u omisión, vemos que la actual cuota de importación mensual de carne porcina es de 2.423 tn, de manera que el valor probable de importación del total de 2021 sería de 29.000 tn.
Curiosamente resulta entonces que estamos frente a un fenómeno de idéntica magnitud que el archiconocido caso de “los pollos de Mazzorín” (Mazzorín 30.400 tn vs. Paula Español 29.000 tn), una intervención que dejó profundas huellas en la historia económica argentina y convirtió a Mazzorín, a la luz de las sistemáticas políticas de intervención, en un “mártir incomprendido” al ser eyectado del gobierno de Alfonsín, allá por junio de 1988, cuando estalló el escándalo por el mal estado de los pollos stockeados. Las aves permanecieron en frigoríficos durante varios años (1986 a 1988). Finalmente, el Estado los vendió a precio irrisorio.
El mismo remedio equivocado
Resulta idiota esperar un resultado distinto si se hace siempre lo mismo...
El gobierno de Macri ejecutó una política productiva lasciva, abrió las fronteras a que se importe todo, inclusive lo que se producía localmente, retrasando el dólar hasta las últimas consecuencias.
Luego el fracaso en sanar la enfermedad, resulta de interpretar una solución modificando sólo la posología, es decir aplicar distintas dosis del mismo remedio equivocado.
Populistas y liberales usan hace años estos mismos instrumentos. Los fenómenos monetarios tienen raíces productivas, y éstos ignoran los vasos comunicantes entre producción, inversión, salario y precios.
(*) Titular de Bioder SA
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