Los 65 del INTA
Por Danilo Lima (*)
El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) cumple hoy, 4 de diciembre, 65 años de vida con una historia cargada de hechos relevantes, verdaderos hitos, para los productores agropecuarios como destinatarios centrales, pero también –y acaso sobre todo– para el país en su conjunto.
El INTA se ha convertido, gracias al esfuerzo constante de sus profesionales y trabajadores, en una de las instituciones con mayor prestigio y reconocimiento social de la Argentina, lo que no es poco en una sociedad en la que el descreimiento y la abulia ganan terreno.
Es que sus integrantes –la gran familia del INTA, como gustan llamarse tranqueras adentro–, pusieron siempre el hombro y hasta el alma y la vida cuando fue necesario defender a la institución en épocas duras, durísimas. Debe recordarse y jamás olvidarse que el INTA, durante la última dictadura, tuvo cinco personas desaparecidas, tres asesinadas, doscientas detenidas y más de ochocientas cesanteadas.
También fueron aciagos aquellos años cuando intentaron asfixiarlo presupuestariamente y ajustarlo de todas las formas posibles: en los ’90 –también debe recordarse– se armaron listas con personal a despedir y hasta le pusieron la bandera roja de remate. Los técnicos y trabajadores, en la calle, lograron frenar la devastación.
Es cierto, también, que al interior del INTA hubo injusticias y arbitrariedades, al fin de cuentas es una institución administrada por personas, y las personas suelen ser, en ocasiones, injustas y arbitrarias. Fueron más –y son más–, sin embargo, los hechos salientes, imposibles de sintetizar en pocas líneas.
“Celebramos 65 años y buscamos seguir encontrándonos para fortalecer la labor en cada territorio. Es nuestra obligación y responsabilidad poner todas las capacidades al servicio de los grandes objetivos del país y seguir trabajando para el desarrollo sostenible”, dijo hoy Susana Mirassou, la primera mujer en presidir el INTA, a través de su cuenta de Twitter. Que así sea.
Los desafíos para el INTA, de cara al futuro, son enormes porque la sociedad argentina ha puesto el ojo –y la lupa– en cómo, para qué y para quiénes se produce, y exige una producción sustentable en lo ambiental, lo social y lo económico. En horabuena.
Existen, igualmente, desafíos para el presente: mejorar sustantivamente el presupuesto, recomponer los salarios de los técnicos y trabajadores –que caen en picada desde hace varios años ante la mirada indiferente de algunos y el silencio cómplice de otros– y frenar la sangría de profesionales hacia las empresas privadas que saben aprovechar muy bien el conocimiento de la gente formada por el Estado. Son los temas pendientes de hoy que necesitan soluciones urgentes. Habrá que hacer más y hablar menos.
¡Felices 65 años, INTA! Y que a nadie se le ocurra jubilarte.
(*) Editor de Código Campo.
Archivo relacionado: Descargar