La sustitución del Estado
“Un playero de una estación de servicio de la ciudad de Córdoba fue asesinado de un tiro por dos motochorros que lo increparon para robarle la recaudación” 13/04/2022
Por Alejandro Di Palma (*)
Sobre la pretensión de responsabilizar al sector estacionero de la seguridad policial es necesario aclarar que nuestras pymes son responsables de brindar las condiciones de trabajo que estipulan las leyes laborales y nunca las de reemplazar al Estado en su rol de brindar la seguridad policial, que es en definitiva una facultad de las provincias que no ha sido delegada, inclusive, al Estado nacional.
Toda pretensión de que un sector empresario, reemplace al Estado en una función esencial, como lo es ejercer el poder del Estado sobre el territorio (función policial), función exclusiva y excluyente del Estado, resulta de una torpeza esencial.
Justificación del Estado
La misma existencia del Estado se justifica a través de la necesidad del ejercicio de roles indelegables, como son la justicia, la educación, la salud y la seguridad, siendo estas funciones competencia del Estado en alguna de sus versiones (nacional o subnacional).
La pretensión de responsabilizar a un sector empresario de estas funciones es un desatino y resulta en una simplificación que tiende a naturalizar la idea de la necesidad de “ejércitos privados” con fines determinados. Hoy estas propuestas “parapoliciales” apuntando a resolver las cuestiones de seguridad en el ámbito de las estaciones de servicio, lucen sensatas para un grupo reducido de personas, pero representan una avanzada claramente filo-fascista.
Estas voces que pretenden instalar la idea de un Estado fallido en reemplazo de un Estado pleno, reemplazando salud pública por salud prepaga, educación pública por escuelas de gestión privada o la seguridad pública por huestes parapoliciales, sólo persiguen que el privado asuma como propio, el rol indelegable del Estado.
Los empleados son tan ciudadanos como los empresarios y como tales tienen derecho a ser protegidos por el Estado, esta cuestión anterior, está siendo cuestionada en el intento de transferir la responsabilidad desde el Estado hacia un grupo empresario.
La pretensión de incluir en un convenio colectivo de trabajo la obligación de la seguridad es simplemente estúpida y abiertamente antisocial.
Las estaciones de servicio desde hace décadas se presentan como “la alternativa segura”: cuando un ciudadano pierde un colectivo a la madrugada y debe esperar horas por una reducción de frecuencias acordada a espaldas de la sociedad, se queda esperando en el amparo de nuestros negocios, únicos negocios abiertos e iluminados en los lugares peligrosos y recónditos de las ciudades. De la misma manera, cuando un automóvil es perseguido por delincuentes, acude inmediatamente a la seguridad que le brindan nuestras pymes.
Cumplimos una función social invisible sólo para los imbéciles, pero no podemos aceptar la pretensión de convertirnos en hospital, escuela o comisaria.
La necesidad de un Estado
Todo lo anterior tiene como fundamento la impericia de la gestión del Estado que impide atender con algún grado de acierto estas problemáticas indelegables y es en esa falla esencial en la que debemos buscar la explicación a nuestra problemática.
Llevamos más de dos años en el quebranto económico, la posibilidad de renegociar con las petroleras “el margen bruto” que nos sostiene, es muy baja, la alternativa es apelar al Estado como administrador de la renta de las cadenas de valor, para que nos permita seguir sosteniendo esta función que describimos.
Como corolario señalamos que resulta revelador para el resto de la cadena de valor, incluyendo al Estado, las petroleras, los sindicatos y los dirigentes sectoriales, la observación de una fábula atribuida al griego Esopo, una fábula previene contra “el vicio de la avaricia”.
“Un granjero y su esposa se encuentran con que una de sus gallinas pone huevos de oro. No contentos con esperar a la puesta de la gallina, deciden matarla pensando que tiene oro en su interior. Cuando descubren que no es así, caen en la cuenta de que mejor les habría valido conservar lo que tenían”.
(*) Empresario. Titular Estación de Servicios de Laurencena.
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