La renuncia
Por Alejandro Di Palma (*)
La kilométrica renuncia de Matías Kulfas se inscribe en la infructuosa necesidad de explicar lo inexplicable, es parte de la forma que tiene la política de definir la agenda nacional; es decir, ideologizar un desastre catastrófico que explica negociados a perpetuidad sin que se resuelvan las causas que lo explican, sólo se persigue la radicalización de las posiciones en un país que es campeón del mundo en esa tendencia.
La ovación que recibió Kulfas en su despedida, evoca a la que recibiera Carlos Melconian en su despedida del Banco Nación donde el economista que exhibe una cabellera curiosa y extremadamente cuidada, se quebró ante una, también, cerrada ovación, que sugiere solo la anexión de otra “capa geológica” de felices empleados a las estructuras burocráticas del Estado. Cómo no ovacionar a quien te permite incorporar al grupo de privilegiados que viven una vida sin sobresaltos, con retiros anticipados, feriados larguísimos, vacaciones contadas con días hábiles y asuetos administrativos por doquier.
La indiscutible resultante de la gestión del actual gobierno, con Kulfas como un actor central de este drama, es una concentración productiva y económica en “crecimiento descontrolado”, hecho que explica claramente la multiplicación de la pobreza, la exclusión y la reducción de la oferta laboral que a su vez apalanca otra vez la pobreza y la exclusión social, un fenómeno de realimentación positiva, ese que explica el efecto avalancha.
Es que el crecimiento macroeconómico que es señalado por Kulfas en su despedida, es absolutamente ajeno a la sociedad en general, sólo explica la celebración que el “círculo rojo” le ha propinado permanentemente durante toda su gestión, convirtiéndolo a este ex ministro, en un comensal frecuente en los ágapes organizados para los íntimos, casualmente por Paolo Rocca.
Esto anterior demuestra que el gran ausente en este período fue la política, sin la cual se llevaron adelante acciones orientadas a aumentar torpemente la producción, sin que sean definidas condiciones extras, que resultan absolutamente relevantes; no es cierto que sólo se necesite crecer, sino que es imperativo que el crecimiento incluya al sector Pyme y que la resultante económica de ese crecimiento se distribuya en un conjunto que incluya a toda la sociedad.
Vemos que esa riqueza concentrada en muy pocas manos no es producto de la creatividad, ni del talento ni del mérito sino de políticas concretas que fueron llevadas adelante. La concentración de la renta no es una casualidad sino la resultante de la tercera ley de Newton, “el principio de acción y reacción”, la causa “la política”, el efecto “la concentración”.
Seguramente podríamos sintetizar la gestión del gobierno de científicos en el cual se inscribió perfectamente la gestión de Kulfas de la siguiente manera: para administrar los dólares quirúrgicamente, hay que “afectar intereses”, por eso los funcionarios están más preocupados en conseguir más dólares que en determinar quiénes y cómo se gastan, por eso toda su política se dirige a ampliar la capacidad exportadora. Esto anterior es lo que hace un gobierno sin poder político, ¡un gobierno débil!
La renuncia de Kulfas se inscribe esencialmente en el ámbito de la comunicación política, eso queda demostrado en la extensa renuncia, la cual se resume como el intento de control de la agenda pública, un esfuerzo vano, una agenda que otra vez está divorciada con la realidad.
(*) Empresario paranaense. Titular Estación de Servicio de Laurencena.
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